América Latina, la derecha y sus partidos conservadores

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Por: Feliciano Flores

Ante la embestida que actualmente desarrolla la derecha en américa latina mediante los partidos políticos de corte conservador existentes en cada país, es conveniente señalar que esto obedece a que en la últimas dos décadas en varias naciones del cono sur, surgieron gobiernos que establecieron políticas de índole progresista, que atendieron a las clases más desposeídas acometiendo frontalmente las desigualdades a través de un decidido combate a la miseria y el hambre, herencia histórica de los de los gobiernos neoliberales. La llegada de estos gobiernos que privilegiaron más su relación con su pueblo que con la clase dominante y los Estados Unidos, ha traído como consecuencia un lamentable repliegue para los Partidos de izquierda, en razón, de que los catalogados como conservadores o de derecha incentivados por el gran capital extranjero y criollo han desestabilizado económica y políticamente a esos gobiernos que iniciaron un proceso de reivindicación nacional.

Brasil, Venezuela, Bolivia y Nicaragua, entre otros, son países hermanos que han sido y continúan siendo sometidos de manera permanente a grandes presiones, por los partidos conservadores, alentados por la oligarquía criolla y por las grandes transnacionales, quienes teniendo de su lado a los medios de comunicación, derrocan o intentan derrocar gobiernos de corte progresista. El golpe militar acaecido en Bolivia, la destitución de Dilma Rousseff, como presidenta de Brasil por un golpe parlamentario mediático- judicial, el encarcelamiento del Ex presidente Lula y la persecución hacia el ex presidente Rafael Correa, son ejemplos fehacientes de que el neoliberalismo se opondrá con todo su fuerza a que los países de nuestra américa intenten establecer un sistema alternativo que los saque del subdesarrollo.

El ascenso de los partidos de derecha en Latinoamérica, obedece no solo a que esta corriente ha sabido identificarse con un proyecto de unidad para conquistar o rescatar el poder, sino al apoyo que le brinda el sistema neoliberal que como modelo económico imperante, facilita a las clases dominantes criollas y a los grandes monopolios, desestabilizar y derrocar gobiernos democráticos y anti-imperialistas. Por el contrario, las fuerzas progresistas aún habiendo llevado al poder a verdaderos dirigentes sociales, no han logrado consolidarse como fuerzas políticas para defender un proyecto nacional y tal parece que se encuentran aún sumidas en una profunda crisis de identidad y proyección; el caso ecuatoriano y Boliviano son muestras palpables de que es necesario preparar ideológicamente al pueblo para que se identifique y defienda un proyecto nacional de grandes alcances para dignificarlo.

Siendo México un país latinoamericano no lo podemos excluir del accionar de los embates de los partidos conservadores, en razón de que la derecha a pesar de haber sido derrotada aún posee el poder económico para embestir con furia al gobierno popular que encabeza Andrés Manuel López Obrador, esto, obedece a que por mucho tiempo esta fuerza política logró esa integración teórica y práctica que se identificaba –y se identifica- con el proyecto económico globalizador del neoliberalismo, mientras que las corrientes progresistas aún teniendo ya el poder, no han logrado unificar criterios en torno a un programa común capaz de hacer frente a la amenaza que representan las fuerzas conservadoras amantes fieles del modelo neoliberal

El neoliberalismo en México, desde hace más de tres décadas cambió esquemas ideológicos emanados de la revolución mexicana, dividió a la clase política identificada en un proyecto nacional, destruyó al Estado benefactor que garantizó por mucho tiempo la estabilidad política del país a través de un pacto social entre el capital y el trabajo, deterioró la real función de los sindicatos, diluyendo los lazos de solidaridad y conciencia de clase, conllevando a los trabajadores hacia una actitud más individualista y de conveniencia personal que de interés colectivo, transformó a las dirigencias sindicales, llevándolas a la necesidad de adecuarse al nuevo proyecto para no perder sus privilegios, olvidándose de la defensa de los derechos de sus agremiados, pero sobre todo, destrozó al país a través de las reformas estructurales, que fueron avaladas por los partidos de derecha.

Por fortuna, dentro de este sombrío panorama nacional, Morena como organismo político empezó a vincularse más al pueblo para frenar los embates de los grupos conservadores, de detener los efectos que produce el nuevo orden económico mundial, donde el capital extranjero solo busca lo máximo de ganancias, haciendo más pobres a la inmensa mayoría y más ricos a una minoría, donde el capital golondrino entra y sale del país, causando desajustes, desempleo, crisis y violencia, por ende desestabilidad.

Dentro de este contexto, los partidos políticos de izquierda o progresistas existentes en nuestro país, sobre todo Morena y su líder moral Andrés Manuel López Obrador que ya logró el triunfo electoral más importante de este siglo y considerándolo como partido-movimiento en el poder, debe enfocar sus acciones hacia una defensa enérgica de nuestra soberanía, hacia el rescate de los postulados fundamentales de la revolución mexicana inconclusa, hacia el establecimiento pleno de la democracia, hacia el reconocimiento de la participación ciudadana y sobre todo un respeto irrestricto a la militancia, convenciendo al hombre individualmente antes que cooptarlo de manera corporativa, que los gobiernos que emanen de sus filas se identifiquen plenamente con el pueblo y el interés nacional, fortaleciendo sus células básicas, llámeseles como se les llame, Seccionales, Comités de base, de acera, de cuadra o de manzana y definirlos como organismos plurales integrados por individuos consciente y responsables de un quehacer político útil al todo social y atentos a detener cualquier intento de desestabilización política y social, para evitar de esa manera sucesos como los que se están dando en el sur de nuestra América Latina, donde se ve y se siente la doctrina Monroe…la mano del Tío Sam…

Hoy más que nunca, resulta recomendable y conveniente que Morena como movimiento histórico del pueblo que logró alcanzar el poder, coadyuve profundamente en la tarea del actual presidente de la República a efecto de consolidar ante la sociedad, el proyecto nacional de favorecer a los más necesitados a través de los Programas de Desarrollo Social que cumplen la función histórica de atacar frontalmente no solo la corrupción, sino poniendo en marcha dichos programas en contra de las condiciones adversas causadas por el neoliberalismo que como modelo económico en nada favorecieron al grueso de la población, y, al mismo tiempo pretende lograr establecer una real democracia, de devolverle el poder al pueblo, donde se valora la conciencia del individuo y se establece un moderno contrato social, donde se contempla una mejor distribución de la riqueza nacional que tiende a dignificar la existencia de aquellos mexicanos que siempre hemos estado olvidados…donde se procura un bienestar justo para todos… donde la solidaridad sea distintivo de amor al prójimo…

Sin duda, el triunfo en México de un movimiento popular que llevó al poder a un luchador social a la presidencia de la República, pasó a ser no solo una esperanza nacional sino que se ha convertido en una esperanza continental y mundial, es esperanza y realidad que se extiende como ejemplo más allá de nuestras fronteras tal como lo expresará García Linera en una visita a nuestro país, “En México surgió un movimiento que ha hecho renacer las esperanzas en América Latina”. La voz de este gran movimiento democrático en nuestro país, será la voz de América Latina porque como lo decía Salvador Allende: “…será la voz de pueblos dueños de su propio destino”.

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